Estos días pasados retumbaban las calles con el sonido estruendoso de tambores, tubas y trompetas. Inacabables colas de gente serpenteaban pod calles y avenidas formando como a manera de orillas de un río de aguas oscuras y ensordecedoras.
Niños y adultos contemplaban el paso macabro de carruajes cargados con escenas terroríficas de figuras de un ser humano cruelmente tratado y asesinado o de una muñeca con puñales clavados en su corazón como si todo aquello fuera el desfile de una galería de los horrores. Los carruajes eran empujados por grupos de personas con el semblante triste y demacrado e iban escoltados por filas de soldados y cofrades cubiertos de pies a cabeza con unos amenazantes uniformes negros a manera de largas túnicas y acabados en una capucha de alto pico con dos orificios por donde se intuía una mirada cruel y despiadada que atemorizaba a quien se atrevía a mirarles cara a cara. Siempre me han dado miedo esos cofrades. Cuando yo era un niño ya me daban miedo. Y yo pregunté a mi madre una vez: " mamá, quienes son esos?" Y ella me dijo :" son los Judíos"....y entonces noté como el mal quería entrar en mi corazón ....pero no pudo ya que la respuesta me dejó impasible. Lo recuerdo muy muy bien. Sin embargo, los que más miedo me daban no eran los encapuchados de alto pico sino otros enlutados que cubrían su cabeza con algo que a mí me parecía un trapo negro cuadrado que cubría su cabeza y sus hombros. Y todos llevaban cirios con una bombilla alimentada con pilas. Había también desfilando unas mujeres de rostro apesadumbrado y casi llorando con una mantilla negra que colgaba de una peineta y otras personas sin rostro caminando descalzas y arrastrando ritmicamente unas pesadas cadenas esposadas a sus pies. También había niños disfrazados unos de soldados romanos, otros de Judíos, otros de árabes....desfilando sonrientes tocando tambores y panderetas que parecía les divertía todo aquello pues a los niños les gusta hacer ruido allí donde sea y muy especialmente cuando se sienten observados por los mayores que parecen disfrutar viéndoles. Decidí volver a casa pues me fatigaba y deprimía todo aquel espectáculo y sin embargo, aun estando ya en mi casa, seguían retumbando los tambores y chirriando las trompetas hasta que su sonido se alejó lentamente y por fin murió. Barzilai Kellajer
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AuthorBarzilai Benklawer Kellajer Archives
March 2018
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Liviya Hansen